Inactividad física y sedentarismo
El estilo de vida actual se ha modificado drásticamente en los últimos años. En muy poco tiempo hemos modificado nuestra actividad laboral hacia trabajos con una escasa actividad física. Hace no mucho, la mayor parte de la población trabajaba en labores físicamente muy duras como la ganadería, la caza o la agricultura, y esto fue así desde prácticamente los inicios del ser humano hasta nuestros días. Además, también hemos introducido numerosos cambios en muchos de los hábitos de vida, entre los más importantes en la nutrición.
Sin embargo, nuestra especie, homo sapiens, no ha sufrido modificación alguna desde su aparición hace 200.000 años. Tratemos de imaginar lo físicamente dura que podía resultar la vida por aquellos tiempos. No pensemos únicamente en las labores físicas, que debían de ser agotadoras, si no en que no siempre disponíamos de la cantidad necesaria de comida, comíamos cuando podíamos y no cuando queríamos. Por no pensar en las inclemencias del tiempo y de los desafíos térmicos que éste nos planteaba. Por entonces, la actividad física se realizaba a modo de supervivencia y formaba parte de nuestro día a día. El movimiento era inevitable para nuestro desarrollo cómo especie.
Genéticamente no estamos adaptados a la inactividad y el sedentarismo. Prueba de ello es que varios de los procesos fisiológicos que se producen en nuestro cuerpo requieren de un nivel mínimo de actividad física. Por ejemplo, el sistema de retorno venoso, en especial de las piernas, este depende en gran medida de la acción de los músculos, que mediante su contracción favorecen el retorno de la sangre hacia el corazón. Otro ejemplo es el proceso de regeneración del hueso que se activa mediante la aplicación de tensión mecánica por medio de actividades de fuerza o de impacto que produzcan cierto estrés en el hueso. Con hábitos de vida sedentarios estos sistemas no funcionan correctamente.
Para combatir estos problemas del sedentarismo es recomendable realizar actividad física. ¿Cuánto? La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que, en adultos, como mínimo, deben de realizarse 150 minutos de actividad física aeróbica moderada a la semana, o 75 minutos de actividad física aeróbica vigorosa. En cuanto a la fuerza se recomienda realizar dos sesiones por semana. Con estas recomendaciones mínimas se reduce entre un 20% y un 30% el riesgo de mortalidad. Si duplicamos esta recomendación el riesgo se reduce un 37%. Y es que, según datos de la OMS, se ha observado que la inactividad física es el cuarto factor de riesgo en lo que respecta a la mortalidad mundial. Además, se estima que la inactividad física es la causa principal de aproximadamente un 21%-25% de los cánceres de mama y de colon, el 27% de los casos de diabetes y aproximadamente el 30% de la carga de cardiopatía isquémica.
Podemos concluir afirmando que la actividad física es una poderosa medicina que reduce el riesgo de innumerables enfermedades. Con dosis mínimas, de 3-4 horas semanales ha demostrado ser realmente efectiva. La actividad física forma parte de nosotros como ser humanos que somos, y a través de malos hábitos de vida la estamos alejando de nuestro día a día. ¿Cuál es tu excusa?
Daniel Soler para SuperVida – TRAINING